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lunes, 9 de septiembre de 2013

La primera Ley

Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.

Oso cierra su libro de física newtoniana. No ha logrado pasar de la primera página y ya le invade un tremendo sopor. ¿Por qué se harán los días cada vez más y más cortos? Se pregunta mientras se pone su pijama de rayas. Se ha pasado el verano jugando al volley-playa con Pájaro, recogiendo arándanos y grosellas en el bosque, comiendo hasta rodar empachados, sin pensar ni siquiera en almacenar para el invierno. Al final de sus paseos les dolía tanto la tripita que no podían ni moverse, con la lengua y las patitas moradas por los arándanos. Vencidos sobre el suave musgo se retorcían perezosos hasta que conseguían volver a ponerse en pie y regresar a su cabaña.

Oso querría jugar bajo el cálido sol de agosto durante todo el año. Sin embargo, el verano ya se ha marchado y es hora de replegarse en casita, de quedarse quieto, muy quieto hasta que el sueño lo venza, su respiración se haga suave y constante y su metabolismo se ralentice tanto que ya no necesite comer ni una baya más hasta que llegue la primavera.

Oso se desliza a regañadientes en ese territorio denso y pegajoso que une el pensamiento con el sueño. Piensa en su última excursión en bicicleta, en el sol y las frambuesas, frambuesas grandes, jugosas, piscinas de frambuesa, y su profesor de mini-golf jugando dentro de la piscina con Pájaro, que lleva un sombrero encima de otro sombrero, encima de...¿una mofeta que come bastones de caramelo? Oso duerme.

Una linda mañana de primavera, seis meses después, una mariposa hace cosquillas a Oso en la nariz. Frunce el hocico queriendo ahuyentarla de su sueño, pero la mariposa persiste. Finalmente Oso se resigna y con estoico esfuerzo entreabre un ojo, luego el otro, y se rasca la nariz con una pata que le cuesta un tremendo trabajo levantar, como si no fuera suya, como si la orden enviada desde el cerebro tuviera que atravesar arenas movedizas en lugar de laberintos neuronales. La luz se cuela por la ventana de su cabaña y las motas de polvo flotando en el haz dorado le hacen pestañear.

¿Por qué brilla de nuevo el sol con tanta fuerza? Oso querría dormir diez meses más, pero su despertador biológico suena, sin duda, y Oso lo lanzaría contra la pared y daría media vuelta bajo las suaves sábanas pero no sabe hacerlo, al fin y al cabo no es más que un oso...Un oso que no puede pasar sin bostezar de la primera página de su libro de física newtoniana.

Para Palma