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miércoles, 23 de marzo de 2011

El espárrago, Kafka y la enajenación física


Me he vuelto una maruja y me he apuntado a Pilates.

En mi primer día de clase tuve varias revelaciones que me dejaron consternada. Todas ellas provenían del espejo que hay en la sala, ocupando toda una pared. La primera revelación es que soy un espárrago largo, flaco y de color amarillo. La segunda es que cuando hacíamos ejercicios de flexibilidad mi yo-espárrago se transformaba en cucaracha-de-Kafka balanceándose patas arriba.

El segundo día, en cambio, ha sido maravilloso. Para evitar a Cucárrago, me coloqué lo más lejos que pude del espejo, con mi propia imagen fuera de mi campo visual. Sorprendentemente, al cabo de unos minutos, ¡encontré mi reflejo! Mi imagen me revelaba como una niña muy mona, chiquitita, de color rosita y flequillo de osita. La profe decía -Levanta la pierna derecha, yo levantaba la pierna derecha y mi imagen osita levantaba la pierna derecha. ¡Cucárrago se había cambiado por Flequillo-de-osita! Miré a derecha e izquierda y decidí que nadie se merecía a Flequillo-de-osita más que yo. Flequillo-de-osita me pertenecía. Adiós, Cucárrago.

Al salir de clase, toda elástica, toda sonrisa, toda osita, me topé con el flequillo de una americana rosita. Parecía contrariada. Se miraba de reojo en el espejo, luego me miraba, se miraba, de nuevo al espejo. Le dediqué una fugaz mirada al reflejo. No podría jurarlo, pero me pareció ver a Cucárrago meneando malicioso su flequillo amarillo frente a la americana. Diría que incluso me guiñó un ojo antes de desaparecer, a la vez que ella, tras la puerta. 

2 comentarios:

prefierobollitos dijo...

Sheep.

pepime dijo...

ji! Flequillo de osita sorbe la sopa