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miércoles, 2 de febrero de 2011

OlfatiGirl

Ya había oído yo por ahí que la vida del superhéroe es dura. Que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Que el superhéroe es un incomprendido social. Que jamás disfrutará de una vida normal.  Pero claro, uno no se da cuenta de esta tremenda realidad hasta que no lo sufre en carne propia.
Y ahora que soy una más de la gran familia, ahora que podría aparecer mencionada junto a Spiderman, Superman y Elastigirl, ahora que apenas puedo contener mi recién adquirido superpoder a los ojos de los demás, todavía me pregunto qué heroicas acciones me están destinadas.  Sí, a mí, a la chica que lo huele todo a más de diez kilómetros de distancia, a la que el más mínimo indicio olfativo le produce desproporcionadas reacciones estomacales, la que detectaría con los ojos cerrados una zanahoria escondida entre una montaña de lechugas.
Y aquí estoy, sentada en el sofá, sin acabar de decidirme por si debo salir volando por la ventana o más bien tratar de arrancar mi OlfatiMóvil, intentando averiguar de qué manera voy a salvar al mundo con mi superolfato. Por ahora lo he utilizado para aborrecer comidas, evitar fregar los platos sucios y convulsionarme en la sección de delicatessen del supermercado coreano. Pero…¡como que me sabe a poco!
Así que chicos, si hay algo que pueda hacer por vosotros, una coliflor de hace dos días que no sabéis si está comible, un guisante extraviado dentro de una ensaladera llena de patata, una mayonesa de origen dudoso sobre vuestras patatas fritas, no dudéis en avisarme ¡OlfatiGirl acudirá rauda en vuestra ayuda*,**!



(*OlfatiGirl no se hace responsable de sus propias reacciones gástricas durante el heroico cumplimiento de sus servicios)
(**Aprovechad, que mis superpoderes caducarán pronto...con suerte)


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