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martes, 22 de mayo de 2018

Castilla desde el aire


Castilla, desde el aire, es hermosa como son hermosos los dientes demasiado grandes de los niños pequeños. O un espigón de bloques de hormigón. Incomprensible, rara, inquietante, fuera de lugar. Castilla, con sus campos, desde el aire, es dura, tiesa, vestida de todos los verdes (su única concesión a la primavera). Sólo sus ríos y sus tesos rompen de cuando en cuando la rigidez. Castilla, la de los campos, no es como la madreselva, ni como un manantial ni como un vellón de lana de oveja. ¿Qué extraterrestre diseñó las lineas tirantes, los polígonos tensos y los círculos incoherentes de los regadíos? Hecha de ángulos e hipotenusas. Toda igual y toda distinta, como un puzzle difícil. Los pueblos pequeños son cuerpos de arañas con cinco, seis o diez patas tiesas, quebradas, caminos llenos de nadie que no entran ni salen, hechos para pasar de largo. Para seguir andando. Hermosa y hermética. ¿Cómo es posible que algo hecho de tierra, de gente y de trigo sea tan impenetrable desde arriba? Yo quiero recorrerla entera en bici, y poner nombre, como Google Maps, a cada pueblo y a cada río y a cada cerro. Meterme en su áspero paisaje y, con ojos cercanos, encontrar, entre los rectos trazos, un ser de lineas suaves al que poder querer: una piedra, una yerba en el camino, la puesta de un insecto.

  

ps. me tocó ventanilla en Ryan Air.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
-no fue por estos campos el bíblico jardín-
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sobra de Caín. 
Campos de Castilla (1912), de Antonio Machado


(España) es, en su mayor parte, un áspero y melancólico país, de montes escabrosos y amplias llanuras, desprovistas de árboles; y un silencio y soledad indescriptibles que tienen muchos puntos de contacto con el aspecto selvático y solitario del África. (…) Se ven al buitre y al águila dar vueltas en torno a los picachos de las montañas y planear sobre las llanuras y bandadas de asustadizas avutardas que merodean en torno a los brezales.
(…) Algunas veces, en las provincias del interior, atraviesa el viajero amplios terrenos de cultivo, hasta perderse la vista, ondulados en ocasiones de verdura, y otras veces desnudos y abrasados por los rayos del sol; pero inútilmente busca la mano que labró la tierra.
(…) Es su paisaje, sin embargo, noble en su austeridad, de acuerdo con las características de su pueblo. (…) Hay algo también en los sencillos y austeros rasgos del paisaje español, que imprime en el alma un sentimiento de sublimidad. Las inmensas llanuras de las dos Castillas, que se extienden hasta donde alcanza la vista, llaman la atención por su auténtica aridez e inmensidad, y poseen, en sumo grado, la solemne grandeza del océano. (…) Al recorrer estas infinitas extensiones, se contempla acá y allá algún singular rebaño de ganado que vigila un solitario pastor, inmóvil como una estatua, con su larga y delgada vara que blande en el aire como una lanza.
Cuentos de la Alhambra (1832), de Washington Irving

lunes, 23 de abril de 2018

Otra cosa


Ayer acompañé a mi abuela al casino. El Casino, lo voy a poner con mayúscula para no liarnos, no es un antro de azar y perdición, sino un edificio muy señorial al que acuden socios, generalmente elegantes y bastante mayores, que se juntan por el afán común (común entre ellos y entre muchos otros mortales que no van al Casino con mayúscula) de pasar el tiempo en compañía. A mi también me gusta pasar el tiempo en compañía pero no soy socia del Casino con mayúscula, así que cuando dejé a mi abuela jugando su partida y me puse a cotillear de puerta en puerta y de salón en salón, me invadió cierta sensación de furtivismo. Recorriendo las salas de puntillas entendí una cosa importante. Lo voy a poner en negrita para que os deis cuenta: donde haya un entarimado viejo, que se quiten los rayos infrarrojos. (Cuando sea famosa os podéis serigrafiar la cita en una camiseta, con comillas, eh). La cosa es que en el Casino con mayúscula es imposible pasar desapercibida. No porque tenga cincuenta años menos que la media de edad. También. No porque no lleve abrigo de visón. También. Pero lo que delata a cualquier intruso es su sistema de seguridad: ese entarimado de principios de siglo pasado. Ni de puntillas, ni pisando en las tablas impares, ni en las pares ni nada. Criiiic. Craaaac. Crooooooc. Me río yo del culo de Catherine Zeta Jones sorteando los rayos infrarorrojos en La Trampa. Si en vez de proteger el tesoro con infrarrojos lo hubieran puesto en medio de un salón del Casino con mayúscula....ni contorsión, ni culo ni nada. Otro gallo habría cantado, sí señor. Catherine tendría que haber cambiado de estrategia: por ejemplo, hacerse la permanente y aprender a jugar a la canasta. Y la peli habría sido...otra cosa.




jueves, 30 de noviembre de 2017

Cosas que pasan por la mañana

Algunas mañanas viene Lucas a nuestra cama. Nos tapamos bien y remoloneamos. En realidad, remoleamos, en idoma 4 a 6 años. Para Lucas remolear es ser un cerdo. Yo soy la granjera y el cerdo Lucas es rosa y cariñoso y hace cosas de cerdo, como dormir, revolcarse en las mantas-barro y comer bellotas y mazorcas de maíz. Hace un par de semanas Lucas era un hámster, y antes de eso un tigre y mucho antes el Yeti. A mí me gustaba más el Yeti, porque era tierno y cuando comía hielo se hacía invisible. Con el tigre, sin embargo, empezaba la mañana un poco más nerviosa y magullada, sobre todo si la noche anterior había olvidado guardar bajo la almohada un buen chuletón imaginario para calmar su apetito. Al cabo de un rato de vida en la granja-cama suele llegar Violeta. Violeta y yo nos acurrucamos y nos frotamos los pies (el remolear con el que yo soñaba) mientras el cerdo salta encima de nosotras. A veces Violeta no quiere jugar pero al final acaba rindiéndose a los encantos del cerdo. Hoy al cerdo se le ha ocurrido organizar una fiesta en el corral. Yo he propuesto aportar bellotas pero tanto el cerdo como Violeta preferían madalenas de cerdo y tarta de cerdo, que he preparado en mi horno-almohada mientras Violeta engalanaba la habitación con guirnaldas y confeti imaginario.
La fiesta ha sido un éxito, pero hemos llegado tarde al cole. 


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Lluvia

Anoche volvió. Sutil al principio. Ligera, como pluma, sobre los niños, los perros, los toboganes. Más tarde, bajo el abrigo de la noche, se desató, entregada, exuberante. Volvió y lo empapó todo. La lluvia. ¡La Lluvia! Por fin.
Hoy, botas de agua, olor a tierra y sol flojito.
A veces aún no es tarde: se esponja la jara, se yergue el romero. Sí lo es- claman las aceitunas, el trigo y los girasoles desde el limbo de lo que no fue.
Los niños juegan. Los campesinos suspiran. La lluvia, que no sabe de razones, cae, solo cae.



jueves, 6 de abril de 2017

Stairway to Heaven (Memoria de un muerto cansado)

Ya está. Se acabó lo que se daba. Me morí, la palmé, la diñé, que no es lo mismo que irse para el otro barrio, cosa que llevo intentando desde mi funeral, hace una semana, donde se me entregó un Google Map con el localizador de las puertas del Cielo. Tercera nube a la derecha, sube recto por la escalera de nimbos. Desde luego, la orientación no es mi fuerte. Al llegar, por fin, al Cielo, chorreando alma y doloridos los pies, me encuentro con que, justo al lado, estaba el ascensor. Directo desde el cementerio. De allí salen los otros, los espabilados: muertitos frescos, descansados, con su alma intacta. Está claro, morirme no es lo mío. 


jueves, 23 de marzo de 2017

El infinito y el té

(post para avanzados) (…así que poned un pie delante)

Nacho ha preparado un té. Cojo la taza humeante entre mis manos. Me la acerco muy despacio a los labios. El espacio existente entre mis labios y el té caliente en la taza es, en apariencia, finito. Con finito no quiero decir que sea escaso, que también, sino que se acaba.

Me decido a intentar el primer sorbo. Descubro que un espacio finito puede dividirse, cuando lo que hay al final es un líquido hirviendo, en infinitas porciones infinitesimales (creo que aquí redunda algo). Mis labios recorren cada una de esas infinitas porciones en un tiempo t. Parece que t1+t2+t3 se nos va a pasar la tarde. Abajo, el t sigue caliente. 

Recordando a Aquiles contra la tortuga me decido por un avance discreto. Con discreto no quiero decir que sea modesto, que también, sino que es definido. En un tiempo t4 recorro la distancia d que me salvaba d(el) t.

Al final Aquiles gana a la tortuga y yo me quemo. 



martes, 21 de marzo de 2017

Reflexiones con tos

La garganta por dentro está recubierta de piel rara. Viscosa, venosa, rugosa. Piel de alienígena. No es que yo me mire a menudo la garganta, pero hoy lo he hecho porque creí que tenía una mujer atravesada en ella, como Galeano, pero resulta que lo que tengo es un extraterrestre. Aprovechando que tenía la linterna en la mano, se me ha ocurrido mirar bajo la lengua. Allí el asunto se pone mucho más feo. La lengua por debajo es un extraterrestre de los que dan miedo, de los que no vuelan en bicicleta y no llaman a su casa por teléfono, ni siquiera el día de la madre. Es posible que el alienígena de debajo de la lengua no tenga ni madre. Está bien: estoy rellena de alienígena, pero que no cunda el pánico. Por ahora lo único que hace mi extraterrestre interno es toser como un condenado. Me meto un puñado de lacasitos en la boca, a ver si así lo aplaco. Con ET funcionó...En Alien prefiero no pensar. 

miércoles, 1 de marzo de 2017

Llegar al bulbo

Cavé. Con las manos, con los dedos, con un palito, con las uñas, con los dientes. Con cuidado, como una arqueóloga desenterrando una mandíbula de Australopithecus. Ansiosamente, como un pirata en busca del tesoro. Con afán, como la hormiga recolecta para el invierno.  Cuando llegué al bulbo me emocioné. Tan cerca ya del misterio. Salió. Por fin. La flor. 

Le he dado nombre a esa flor, a todas las suyas con ella. Soy rica: poseo la primavera. 

jueves, 9 de febrero de 2017

Explicaciones al mundo

Zoóloga, paleontóloga, botánica, naturalista, ornitóloga, monitora de ocio y tiempo libre, etnobotánica, cuentacuentos, ecóloga, socióloga, técnico de la unión europea, dibujante, psicóloga ambiental, costurera, traductora, correctora, editora de estilo, cartero, profesora, escritora, voluntaria.

Cosas que quise ser y no fui.

Al menos, gracias a ser un poco pasional y un poco inconstante, he sido todo eso durante un ratito. Menos lo de cartero y técnico de la unión europea (porque no logré convencer a nadie para que me dejara hacerlo gratis, que si no...)

En realidad, laboralmente hablando, soy un cero a la izquierda. Un talento desaprovechado, una promesa no cumplida. Para muchos, supongo, y a veces también para mí misma.

Sin embargo, también he sido, y soy, otras cosas que sí duran. Montañerilla. Novia. Mamá. Feliz.

Lo de mamá es lo que más hago últimamente. Y lo hago bastante bien. A tiempo completo. ¿Por qué? (a veces necesito explicárselo al mundo) Porque sí. Porque puedo, porque quiero, porque me gusta, porque nos gusta. Porque tenemos un papá que, aparte de ser guay, es la despense de ma famille. Yo estoy donde quiero estar. Y creo que, precisamente porque todos estamos donde queremos estar, nuestra familia es tranquila y feliz.

Que nos quiten lo bailao. Y lo que nos queda por bailar. 



















Etiquetas: En agua de borrajas, Laboralmente hablando, Que me quiten lo bailao. 

domingo, 22 de enero de 2017

Conversaciones en zapatillas

- Mamá, estoy pintando cosas que dan miedo, he pintado un fantasma y un monstruo, ¿qué más puedo pintar?
- Mmm...lo del miedo es muy personal, Violeta - digo distraída
- Sí, pero ¿qué puedo pintar? (los niños no aceptan vaguedades)
- ¿Un vampiro?
- Nooo, con forma de persona no vale
- (pues Trump era mi segunda opción…)
Sigo pensando en cosas que dan miedo (Vodafone, la precariedad laboral, las mafias de niños, la guerra de Siria, la indiferencia ante la guerra de Siria…) Pero al final digo:
- ¿Un ogro?
- no
- ¿un trol?
- no
- ¿un gigante malo?
- no
-….
- ¡Ya lo sé!- grita Violeta- ¡¡¡Un palito salpicando miel!!!

Y lo pintó…

Espero que podáis dormir esta noche.

jueves, 12 de enero de 2017

La sal siempre al final

Mi abuela me ha enseñado muchas cosas. Por ejemplo, la tabla de multiplicar del siete. Y la del ocho, y todas las demás, camino de ballet. Mi abuela, siempre caminando con su rápida cadencia, perejil, perejil, perejil, tan distinta de la mía que soy mucho más hierba buena, hierba buena. Yo un oso y ella un pajarito. Mi abuela sabe cosas: de economía, de sembrar tomates, de coser, de política, de cocina. Camina como una marquesa, mi abuela, pero cava el huerto como buena labradora castellana. Y siempre tiene el refrán apropiado: quien despierta a un dormido tiene paz y quiere ruido (desde que nacieron los pequeños siempre le he tenido que dar la razón en eso). Mi abuela, discreta y abnegada, ordena, pinta, cose, limpia, siembra, cocina, y todo ello como sólo las abuelas saben hacerlo. Como sólo mi abuela sabe hacerlo. Ella, con naturalidad de abuela, me ha enseñado la receta del potaje de garbanzos, el punto alto de ganchillo y el secreto de las lentejas. La sal siempre al final. Yo he aprendido mucho, pero a medias, así, como aprendemos los nietos. Ni los garbanzos ni el ganchillo ni las lentejas me han salido nunca como a ella. Ese don especial es de mi abuela. Me pregunto qué les enseñaré a mis nietos: a pensar raro, los nombres de las plantas, a quedarse mirando a las musarañas mientras se ponen un calcetín, a recitar caperucita roja del revés…No sé, me parece que lo de las lentejas tiene más enjundia, pero cada uno se hace a sí mismo como puede, como quiere y como le sale. Y a mí me ha salido así. Y quizá por eso admiro a mi abuela, que salió de un así tan admirable. Yo he aprendido cosas a lo largo de la vida, pero reservo un bolsillo especial en el corazón donde guardo todo lo que mi abuela me enseña. Y ese bolsillo del corazón late fuerte y calentito.



lunes, 9 de enero de 2017

Una San Silvestre mítica

Cuando Mercurio decidió participar en la San Silvestre Salmantina, los demás inscritos protestaron. Competir con alguien que lleva alas en los talones no es muy alentador, que digamos. Mercurio entrenaba en la Aldehuela, más por presunción que por necesidad de prepararse, dejando atrás a atletas y velocistas. Unos días más tarde apareció, en las listas de inscritos, Flash, el superhéroe, que ni siquiera se tomó la molestia de entrenar. Y, a tan sólo un día del cierre de inscripciones, el nombre del Correcaminos, seguido, cómo no, del sempiterno Coyote, acabó de intimidar al resto de participantes. El día de la carrera, reporteros de todo el mundo acudieron para retransmitir el espectáculo. ¿Cuál de ellos se alzaría con la victoria? El día amaneció frío. Muy frío. Una niebla helada invadía las calles. Y por eso ganó Manuel González, frutero de la plaza de la Fuente: el único que llevaba gorro. 


lunes, 28 de noviembre de 2016

La verdadera receta de las aceitunas

Aliñar tus propias aceitunas tiene su intríngulis. Dicen que es difícil obtener la receta al completo. La buena, la de verdad. Pero no te preocupes. Tengo el secreto. Y TE LO VOY A CONTAR. Aquí. Ahora. Paso a paso. Sin códigos promocionales. Sin cupones descuento. Sin permanencia. ¿Estás listo? Pues toma nota y sigue al pie de la letra: 

Primero tienes que ir al olivar de Tomares con Paco y Gloria y coger las aceitunas en su punto justo: según Paco, verdes tendiendo a morado. Como se te despierta la codicia, al final coges diez kilos, que van desde el verde pistacho hasta el negro petróleo.

Las machacas, según Roberto, con una piedra, o las rajas, según Paula, con un cuchillo. Después las pones en agua, según un amigo de Jesús Villazán. O en salmuera, según Keka. Si te pones tiquismiquis, pones un huevo a flotar, según Gerard. Les cambias el agua todos los días, según Paco, el portero. O cada un par de días, según Ana la panadera. O no se lo cambias, según un tío que tiene un blog en internet. 

Cuando ya no amargan (o te hayas cansado de que toda la casa huela a aceituna machacada) es que ha llegado la hora de aliñarlas. Fácil: cortas trocitos de zanahoria y de pimiento rojo, según el que vino a instalar el ADSL. No, mejor verde, según Juan, el del puesto de verduras. Añades ajo machacado y limón, según la del bar Mercedes, que no se llama Mercedes, sino Gema. O vinagre, según Josele el papá de Yulia. Y orégano, comino o tomillo, según mi amiga Rosario la teóloga. Con agua, tal cual, según Juanjo, o cocido, según Carmen, la de Lunares y Limones. Las tienes en aliño durante una o dos semanas, según el bol parlante de Óscar. O hasta que te entre el hambre, según Nacho.

Según Herrera, ni se te ocurra tocarlas con objetos metálicos: se convertirán en gremlins y te arrancarán la cabeza mientras duermes. 

Según Pedro, debajo del puente en el río hay un mundo de gente, debajo en el río en el puente.

Al final te las comes.


domingo, 20 de noviembre de 2016

Sobre gustos

Ayer Violeta y Lucas trajeron un pomelo a casa.
Mira que es bonito. Ay, nos dejamos engañar por su atractivo enigmático. Es el fruto de la discordia. Una fruta inquietante. De aspecto apetecible pero poco definido, lo que causó terribles desavenencias a la hora del postre:
Primero discutimos por si era del tamaño de una naranja gorda o de un melón pequeño.
Luego discutimos por el color de su cáscara: ¿naranja, rosada o amarilla?
Cuando lo abrimos discutimos, los ánimos ya bastante caldeados, por si era rojo o rosa por dentro.
Pero cuando lo probamos, uno tras otro, como si no fuéramos capaces de aprender de la experiencia ajena, toda posible discrepancia se disipó.
Por la calle se oyen cosas: algunos dicen que es amargo. Otros lo describen como agrio. Áspero, le dicen otros. Que tiene sabor acre, comentan. Un gusto acerbo.
Sin embargo, para nosotros no existió la duda. Por fin, cual familia amorosa, una opinión compartida nos devolvió la armonía:
Lo que es...lo que el pomelo es, es ¡¡¡¡MALO!!!


sábado, 19 de noviembre de 2016

Pensamientos desde la burbuja

Cada mañana, camino del cole en coche, nos encontramos a Larry, luego a Ali y a Harrison, y a veces a Osás, que nos saludan con su sonrisa de dientes blancos y un paquete de pañuelos en la mano; sus sueños, guardados en el bolsillo. Al fondo del bolsillo. O no sé dónde. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Conversaciones en pijama

Son las diez de la noche, y Lucas (duérmete niño) lleva una hora dando vueltas en la cama.
- Mamá
- Qué, Lucas
- Nunca nunca nunca más, nunca más, nunca más, nunca nunca más quiero ir a la montaña
- Mmm
- ¿Sabes por qué?
- ¿Por qué?
- Porque si hay piedras, y corro con los ojos cerrados, me puedo caer
- Mira, lo que puedes hacer si vamos a la montaña y hay piedras, es correr con los ojos abiertos
- Ah, vale.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Otoño con seis patas


Ya están aquí. Han invadido la ciudad, y no son zombis. Trepan por las paredes, y no son Spiderman. Vuelan, y no son Superman. Copulan impúdicamente, y no son Berlusconi.

¡Son las hormigas voladoras! Cada año, tras las primeras lluvias de otoño, un batallón de hormigas aladas se despliega por la ciudad, en un hermoso aleteo, o danza errática, o meneo de caderas, buscando una buena pareja para copular y un huequito donde establecerse. Eso las hembras, para los machos con la cópula es suficiente, y mueren inmediatamente después, exhaustos de tamaña pasión.

Es un arriesgado baile nupcial, porque los pájaros, ojo avizor, no descansan. Ni tampoco las señoras con bolso de piel. ¡Zas! Bicho asqueroso.

Las que consiguen aparearse (no las señoras, sino las hormigas) caen al suelo, pierden sus alas y, si tienen mucha suerte, encuentran el lugar idóneo para iniciar su nueva casa. Excavan una galería y preparan la fiesta: manteles de hilo, cubertería de plata, camareros con chaqué. Ya son reinas. Pronto nacerán las crías y todo se llenará de vida: obreras excavadoras, forrajeadoras, soldados, machos alados. Y un día, cuando la casa se quede pequeña, una nueva cohorte de princesas aladas hará sus maletas y, tras las primeras lluvias de otoño, alzará el vuelo, desplegándose por la ciudad, en un hermoso aleteo, o danza errática, o meneo de caderas.

La vida se renueva. 


miércoles, 2 de noviembre de 2016

Por amor al arte

Hoy he asistido a las VI jornadas estatales de custodia del territorio. Bueno, eso pero con muchas más mayúsculas.

¿Y qué es custodia? Me preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul.

Custodia es una cosa muy bonita.

Vamos a empezar por el principio. La RAE (porque en el principio siempre está la RAE) dice que custodiar es guardar algo con cuidado y vigilancia. Como Golum a su anillo, como la bruja a Rapunzel, como Violeta a Pepé. (Mira que he pensado y pensado ejemplos y no he logrado hallar uno en que el custodio no haya acabado perdiendo lo custodiado. Será por culpa de Drexler)

Cuando la custodia es del territorio se trata de guardar esa cosa que pisamos y que nos envuelve, de cuidarla, con sus hierbas y sus conejos, sus bacterias y sus linces. Y si amarrar no sirve (porque obligar a no hacer, no usar, no ocupar, no cazar, no manchar, no gusta) pues confiamos en convencer.

Y eso es bonito, pero no es lo más bonito: la custodia no la hace un ayuntamiento, o la consejería, o un ministro, que también, si quieren. La custodia la hace cualquiera. El que quiere y el que puede. Y la sala estaba llena de un montón de cualesquiera. De señores con barba y señores sin barba. De tacones finos y de deportivas viejas. De funcionarios, voluntarios, estudiantes, ganaderos, friquis, propietarios, cazadores, y hasta un conejo. Llena de gente que quiere cuidar la Tierra. Unos las setas, otros los pájaros, y otros una abeja muy rara y muy bonita que sólo vive en Katmandú. Pero no. Tampoco es eso lo más bonito. Lo más bonito es que lo hacen porque sí. Por convicción, por pasión, por decencia, por derecho, y todo, por amor al arte.

Y por amor al arte se juntan, codo con codo, unos cualesquiera con otros cualesquiera, y juntos, juntos van.


martes, 1 de noviembre de 2016

Halloween

Tengo el pelo enredado. 
Porque Halloween volvió y cuando viene Halloween se me enreda el pelo.
Algo así (pero bastante peor por eso de no tener veinte años):

A mí no es que me guste ni me disguste Halloween, pero como ya no sé ni de dónde vengo ni adónde voy, no me importa celebrar cualquier cosa, sobre todo si hay comida de por medio, desde Acción de Gracias con su pavo y sus conversaciones típicas (sobre el pavo), a Santa Lucía con sus suecos (sin conversación) y cuatro velas en la cabeza, pasando por la Feria, con sus flamencas, ofú, qué grasiooosaas, y el albero pegado en los zapatos. Que sí, que Halloween con su americana ajenidad ha llegado y se nos ha instalado sin pedir permiso, pero qué le vamos a hacer: este año hemos torturado calabazas y nos hemos disfrazado, como siempre con resultados altamente decepcionantes para todos. Pero no todo sigue igual. La vida avanza, las cosas cambian: este año…las galletas…(redoble de tambores)…¡no se nos han quemado! 



sábado, 22 de octubre de 2016

Catarro

Estar acatarrada es como llevar gafas de sol.

jueves, 20 de octubre de 2016

Gafas de sol

Cuando me pongo gafas de sol siento la vida desde lejos. Las gafas de sol son como una muralla que me separa de lo externo. Con gafas no veo, no oigo y no entiendo el idioma. Allá afuera las voces, los coches, la gente. Dentro de mi cabeza yo voy calentita, en una nebulosa de oscuridad, oyéndome por dentro, escuchando mi propio eco, los oídos y los ojos velados. Mi mundo se hace grande, y los taxistas y los supermercados diminutos, insignificantes. Me crecen los dientes, las orejas, las manos y los pies. A mi paso todo sucumbe y yo sigo avanzando tranquilamente, causando el caos, con un devastador paso lento, en la inopia, derribando cajas de naranjas, torres de papel higiénico y grupos de escolares a la salida del colegio. No es que piense nada en particular, camino en mi mundo, distraída, oyéndome, pensándome, más y más grande por momentos. Gigante dentro de mí. Los semáforos caen y aplasto los coches sin percatarme. La ciudad se llena de sirenas de policía, que percibo como un zumbido lejano.  Aplasto sin darme cuenta palmeras, kioskos y ambulancias. Dejo atrás, como muñecos desvalidos, a bomberos con sus escaleras.

Vuelvo a casa, me quito las gafas para caber en el ascensor. Me llegan de la calle ruidos caóticos. Al llegar pongo la radio. Parece ser que un gigante sonámbulo ha tomado la ciudad esta mañana. El mundo cada día está más loco. 


martes, 11 de octubre de 2016

Anécdota banal


En casa hay un río.

Podríamos llamarlo riachuelo, o quizá arroyo, porque es pequeño. Es muy pequeño. Nuestro río mide exactamente dos coma treinta y ocho centímetros de longitud. Es un río corto, pero un río, eso sí.

Caudaloso, lo que se dice caudaloso, tampoco es. En realidad, no lleva agua. Es un río seco, pero un río, eso sí. 

De fauna y flora no es que ande muy bien. Peces no tiene. Ni cangrejos, ni moluscos, ni insectos. No tiene vegetación de ribera y no tiene algas. Es un río abiótico, pero un río, eso sí.

Bueno, la verdad (por si todavía confiabais) es que nuestro río no es un río. Me habéis pillado. Es un desperfecto en un azulejo de la cocina. Pero es el río de Lucas.  

Y ahora sería bonito revestir la anécdota de profundidad: loar la imaginación de los niños, reflexionar sobre la maravilla de la infancia, sobre la ternura de vivir con niños, sobre los ojos bonitos. Y más. Seguiría hablando de la necesidad de maquillar la realidad, de las tretas de nuestro cerebro para vivir bonito, o para vivir, así, sin más. Me envalentonaría. Continuaría con el problema de la gestión del agua y el cambio global. La invasión del cangrejo americano y la almeja asiática.

Pero es que yo sólo quería contaros que en casa hay un río.


martes, 4 de octubre de 2016

MIGRACIÓN


He visto cigüeñas. 
No, cigüeñas no. Lo que yo he visto son CIGÜEÑAS. 
No, tampoco es eso. 
¿Cómo explicarlo con esa diéresis raquítica?
Veréis, lo que quería decir es que yo...














Pues eso. Cientos. Volando. Un poco blancas, un poco negras. Rondando el estrecho de Gibraltar. Sin atreverse a cruzar. Amagando, pero no. Esperando la señal, o los vientos, o la inspiración, o una invitación del continente hermano. Bailando con las corrientes de aire. Hermosas. O hermosa, porque eran muchas pero eran una. Porque eran una danza y un ciclón. Una fiesta de despedida: de España, del otoño. Un desafío a lo estático. Un alegato contra toda frontera. ¡Hasta la vista, amigas! 


viernes, 20 de noviembre de 2015

Las judías, las patatas y el corazón de Violeta


Violeta es mujer de un solo amor. Por los amigos, por los juguetes, por la comida. Ay, por la comida. Hubo un día en que judías y patatas convivieron en el corazón de Violeta, pero aquello ya pasó. Quizá por las circunstancias, quizá por un desplante de los desgraciados tubérculos, un día las patatas quedaron desterradas para siempre de su amor. Desde entonces, y hasta hoy, sólo le gustaban las judías verdes. Patatas no, mamá, apártalas del plato. Pero hoy vientos de cambio llegaron a nuestra mesa. Hoy quiero probar las patatas. Un trozo MUY pequeño, por favor. Lo introduce con cautela en su boca (Expectación. El mundo se para). Sus ojos miran al infinito, indecisos. Por fin, un veredicto: Me gustan (Fuegos artificiales, una banda con trompetas, elefantes, leones y dromedarios desfilando por la cocina). Y durante un efímero instante las judías, de la mano de las patatas, llenan su pequeño corazón. Pero oh, al segundo siguiente la mirada se endurece, la boca se tensa: Estoy pensando que las judías tienen un sabor que... (ay) que... (ay, ay) no, no me gusta. Judías no, mamá, apártalas del plato.



lunes, 9 de septiembre de 2013

La primera Ley

Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.

Oso cierra su libro de física newtoniana. No ha logrado pasar de la primera página y ya le invade un tremendo sopor. ¿Por qué se harán los días cada vez más y más cortos? Se pregunta mientras se pone su pijama de rayas. Se ha pasado el verano jugando al volley-playa con Pájaro, recogiendo arándanos y grosellas en el bosque, comiendo hasta rodar empachados, sin pensar ni siquiera en almacenar para el invierno. Al final de sus paseos les dolía tanto la tripita que no podían ni moverse, con la lengua y las patitas moradas por los arándanos. Vencidos sobre el suave musgo se retorcían perezosos hasta que conseguían volver a ponerse en pie y regresar a su cabaña.

Oso querría jugar bajo el cálido sol de agosto durante todo el año. Sin embargo, el verano ya se ha marchado y es hora de replegarse en casita, de quedarse quieto, muy quieto hasta que el sueño lo venza, su respiración se haga suave y constante y su metabolismo se ralentice tanto que ya no necesite comer ni una baya más hasta que llegue la primavera.

Oso se desliza a regañadientes en ese territorio denso y pegajoso que une el pensamiento con el sueño. Piensa en su última excursión en bicicleta, en el sol y las frambuesas, frambuesas grandes, jugosas, piscinas de frambuesa, y su profesor de mini-golf jugando dentro de la piscina con Pájaro, que lleva un sombrero encima de otro sombrero, encima de...¿una mofeta que come bastones de caramelo? Oso duerme.

Una linda mañana de primavera, seis meses después, una mariposa hace cosquillas a Oso en la nariz. Frunce el hocico queriendo ahuyentarla de su sueño, pero la mariposa persiste. Finalmente Oso se resigna y con estoico esfuerzo entreabre un ojo, luego el otro, y se rasca la nariz con una pata que le cuesta un tremendo trabajo levantar, como si no fuera suya, como si la orden enviada desde el cerebro tuviera que atravesar arenas movedizas en lugar de laberintos neuronales. La luz se cuela por la ventana de su cabaña y las motas de polvo flotando en el haz dorado le hacen pestañear.

¿Por qué brilla de nuevo el sol con tanta fuerza? Oso querría dormir diez meses más, pero su despertador biológico suena, sin duda, y Oso lo lanzaría contra la pared y daría media vuelta bajo las suaves sábanas pero no sabe hacerlo, al fin y al cabo no es más que un oso...Un oso que no puede pasar sin bostezar de la primera página de su libro de física newtoniana.

Para Palma



sábado, 6 de julio de 2013

Carta de un ladrón a un señor

Madrid, 4 de Agosto de 2013

Estimada víctima de robo:

Ayer por fin forcé tu puerta. Llevaba días acechando tu edificio. Ya estaba perdiendo la paciencia: con esto de la crisis parecía que ningún vecino se iba a marchar de vacaciones. Y yo siempre apostado a la sombra de los tilos, con este calor implacable que castiga Madrid en agosto, vigilando el portal, anotando quién vive en qué piso, registrando cada entrada y salida, cada visita, cada movimiento fuera de lo habitual. Y por fin tú, vecino ocioso del Quinto derecha, te decidiste a hacer las maletas y partiste en tu Ford Fiesta con tu sombrilla, tu pelota de playa, tu señora pelirroja y toda tu prole llena de pecas y mocos.

Aquella misma tarde, a esa hora en que el mercurio de los termómetros amenaza con desbordarse, mientras duermen los vecinos, los policías, y hasta los pájaros, entré en tu apartamento. He de reconocer que, nada más abrir la puerta, me envolvió un sentimiento de desánimo. Sé reconocer las casas Ikea desde el primer vistazo. Correcta pero vulgar, esta era una de ellas, lo que significaba que debía olvidarme de encontrar nada de demasiado valor. Con la celeridad que me confiere la experiencia, reuní todo lo robable en pocos minutos. Nada del otro mundo: Un ordenador portátil, un par pendientes de oro, una gargantilla, algo de dinero y una cámara de fotos. No, rico no me haría, pero al menos sacaría para un par de buenas cenas en el "Rincón del Chef" una vez que lo hubiera vendido todo a Macaco, mi comprador del rastro.

Generalmente, tras "limpiar" la casa en cuestión, salgo de ella sin mirar atrás, cargando el botín en una mochila de colegial, saludando amablemente a algún vecino si es que nos cruzamos en el portal, ayudando a la viejecita del Segundo a bajar los últimos escalones o abriendo la puerta con mirada anhelante a la tía buena del Cuarto. Con el tiempo he descubierto que nadie sospechará de mí: ya nadie conoce a nadie en su propio edificio. Después me voy a otro barrio, me apuesto en la acera delante de un hermoso edificio residencial, bajo los tilos, siempre bajo los tilos, y repito el proceso: Espiar, entrar, robar, salir.

Sin embargo ayer algo me detuvo cuando estaba a punto de abandonar tu apartamento. Tras un cuadro del salón que, en última instancia, dudé en robar, más que por su valor por su belleza (representaba una armoniosa escena de playa), había una carta en que alguien había escrito con grandes letras: "A tí, ladrón". Instintivamente, me dí la vuelta de un salto, presto a la huída, sintiéndome descubierto. Después recuperé la razón. La casa estaba vacía. Nadie había allí conmigo. Sin embargo...esa carta...¿acaso era un juego de los niños? ¿iba en realidad dirigida a mí? ¿cómo podría nadie haber adivinado que yo...? Me senté azorado en el sofá. Abrí con manos temblorosas el sobre, blanco inmaculado, con aquellas palabras delatoras que tanto me habían perturbado. Comencé a leer:

"Querido ladrón,

Llevo semanas acechándote desde mi ventana. Te observo día tras día, mientras bostezas apostado bajo los tilos, siempre apuntando en tu cuaderno. ¿Quién si no un ladrón podría estar interesado en nuestro aburrido vecindario? Ayer te seguí hasta tu casa. Cúanto nos divertimos por la noche mi mujer, los niños y yo imaginándonos robando al ladrón. ¿Y por qué no? Así que hoy hemos hecho las maletas para marcharnos de ficticias vacaciones... Mientras lees estas lineas estamos vaciando tu precioso apartamento. ¡Esperamos que hayas disfrutado de tu robo! Nosotros sin duda, lo estamos haciendo. Por cierto, ni el ordenador ni la cámara funcionan. Y las joyas, por supuesto, son falsas."

Plegué el papel, con la mirada aún atónita. Después me rasqué la cabeza y me sacudió una incontenible carcajada. Todavía doblado por la risa, abandoné mi botín junto a la entrada, y cerré la puerta de tu casa tras de mí. Le lancé un piropo a la vecina del Cuarto (¡menudas piernas!) y salí del portal.

Cien años de perdón, amigo, cien años.

Ps. Te he regado los geranios.




miércoles, 6 de febrero de 2013

FORRUS POLARIS (o lo que no aprendí de los romanos)


Imperio Romano. Más de quinientos años de hegemonía en todo el Mediterráneo. Desde Portugal hasta Mesopotamia un solo Emperador, unas únicas leyes, una lengua unificadora que condenó, 20 siglos después, a declinar rosa rosae en el instituto a mil millones de adolescentes con granos por todo el mundo.
Toda Europa llegó a estar ocupada por los romanos. ¿Toda? No, ¡Una remota tierra poblada por irreductibles bárbaros resistió al invasor! En realidad no es una remota tierra. ¡Se dejaron todo el norte! ¿Estrategia política? ¿Pericia bélica de los pueblos nórdicos? Qué va. Lo que pasa es que por ahí parriba ¡hacía un frío del copón! Y los romanos, como todavía no habían inventado las togas de forro polar, no le vieron sentido a subir más allá de NewCastle.
Y esto ¿por qué me importa a mí? Pues por varios motivos.
Primero, les tengo rabia por pura envidia. Porque ellos supieron ver que alrededor del Mediterráneo uno estaba a gustito, la vida era relajada y había ciruelas claudias en verano y uvas en otoño. Los gladiadores se les ponían morenitos, lo cual daba muy buena impresión al público y la sandalia fue moda de primavera-verano-otoño-invierno durante seiscientos años consecutivos. Y yo, ciega a tantísimos años de historia, he decidido pasar 6 meses al año a bajo cero mientras como albóndigas de IKEA.
Segundo, porque por culpa de la ausencia romana aquí en el Norte, no hay manera de entenderse con los vikingos. Nada que se parezca al latín ni remotamente. De verdad, que yo le pongo buena intención, pero es que perro se dice hund, niño barn y pollo kyckling y así no hay forma de comunicarse. Si al menos se hubieran resignado a su lenguaje simple y primitivo, como los ingleses, todo nos habría ido mejor. Los ingleses no se preocupan por tener pocos tiempos verbales. Se toman un té a las 5 y ya se sienten hasta aristocráticos. Pero los suecos a las 5 ya han dado de cenar a los niños, así que les sobra mucho tiempo libre, que han empleado en: a) generar una gramática que de dolores de cabeza a los extranjeros b) elaborar las chockladbollar, unas bolas de avena con chocolate duras como piedras que, cuando te metes una en la boca, te tienen entretenido hasta las 10 de la noche.
Y por eso, por causa de los romanos, estoy yo aquí enfundada en mi batamanta, a -12ºC tras el triple cristal, estudiando cinco maneras diferentes de construir un plural. Al menos tengo mi chockladboll que me durará hasta que me las acabe de aprender.

viernes, 5 de octubre de 2012

Sueco para principiantes (y trolls)

En la sala de niños de la biblioteca de Uppsala hay un puente. Y bajo el puente vive un troll. Parece ser que el troll tiene malas pulgas, porque cuando un niño aprieta el botón que hay junto al puente, una voz cavernosa le exhorta algo así como "Bremeder som klampar pumin brum?!!!", que quiere decir "¿Quién osa pasar sobre mi puente?".
Es la única frase que sabemos decir en sueco y se la decimos a todos los niños de la biblioteca. Los niños nos miran con los ojos muy abiertos. Algunos huyen despavoridos. No sabemos si por nuestra semejanza con el troll o por nuestro acento poco ortodoxo.


lunes, 24 de septiembre de 2012

la Belleza

Suena una música delicada y suave, una guitarra, un piano. Alguien lanza al aire pompas de jabón. Los niños las miran con los ojos muy abiertos, en el silencio de sus palabras aún no estrenadas, deslumbrados por su brillo, absortos, siguiendo su lento baile en descenso hacia el suelo. Se levantan del regazo de mamá y caminan con cortos pasitos vacilantes hacia las pompas transparentes. Alargan sus manitas anhelantes hacia ellas, que les burlan y esquivan en su danza errática. Se mueven torpones, chocando a veces unos contra otros, hasta que por fin tocan alguna pompa, o bien las pompas caen al suelo, y hacen pop, efímeras, y se desvanecen. Mucho tiempo después de que la última pompa multicolor haya estallado, los niños siguen mirando al aire embelesados, expectantes, maravillados.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Ett glas vatten

Acabábamos de llegar a los EEUU, con la boina en una mano y el diccionario Oxford en la otra.
Me dirigí al camarero del bar de la universidad. Esta va por Monroy, mi profesor de inglés del instituto, me dije con una sonrisa autosuficiente:
- Hi, can I have a glass of water, please?
- A glass of what?
- Water
- What?
- (la confianza en Monroy disminuyendo) Wata?
- ¿?
- Worar? 
- ¿?? Coke?
- No! (maldito Monroy) Warer?
- Beer?
- Yes, please (from lost to the river…)
Por eso los españoles tenemos fama de borrachos y fiesteros. Por culpa de Monroy.
Y así pasó una y otra vez.  Y transcurrieron los días, los meses, contratos, viajes, un hijo…meros pasatiempos. Hasta que un día, por fin, ocurrió el milagro:
- A glass of water, please
- Here you are
Y sin más preámbulo me lo sirvió. Estupefacta, miré aquel vaso que se encontraba frente a mí, con sus hielos transparentes, su pajita apuntándome directamente a la nariz, su rodaja de limón fresca y aromática. ¿Color? El adecuado. ¿Consistencia? La apropiada. No había duda. Era water. Water de la buena.
Después de permitirme cinco minutos para derramar copiosas lágrimas por la emoción, me di cuenta de lo que realmente significaba aquello, como se dio cuenta Mary Poppins cuando cambió el viento: It’s time to go. Objetivo cumplido, mission accomplished, feina feta, no queda nada más que hacer en los EEUU, es hora de marchar.
Así que Nacho y yo hicimos las maletas de nuevo y nos sentamos frente a frente, meditabundos, cavilosos. ¿Qué esperar ahora de la vida? ¿qué nuevo desafío podría dar sentido a nuestra existencia?...
- Belén (y clavaste tu pupila en mi pupila azul), ¿cómo se dirá agua en sueco?



jueves, 5 de abril de 2012

in Sales we trust

Voy conduciendo, radio encendida, para la música, suena una voz entusiasta: 

- Amigo, la Semana Santa es algo más que conejos de pascua, pollitos y huevos...

(ohhh!!!)

- ¡Son también las mejores rebajas de la primavera!

(ohhh...)


lunes, 2 de abril de 2012

La ciencia en tiempos de crisis


“Paco Pérez, Investigador Privado”, reza una placa en la puerta de su despacho.
– Yo vengo pa que me espíe a mi marío, que pa mí que me la está pegando con otra.
Y Paco se pone su bata.
– ¿No debería salir con gabardina?
– No señora, que yo soy de bata.
– Ah bueno.
Y Paco se pone sus gafas.
– ¿No debería salir con lupa?
– No señora, que sólo soy miope.
– Ah bueno.
Y al cabo de un mes la señora recibe un email.
“Remitente: Paco Pérez, Investigador Privado.”
“Asunto: La infidelidad conyugal. Caso de estudio: El Manolo.
“Estimada Señora María, adjunto le envío el fruto de mi investigación. Espero que sea de su agrado”. Y un archivo muy grande adjunto. – Ay madre, serán las fotos de mi Manolo con la otra – Pues no. Es un pdf, y gordo. La Mari empieza a leer:
“1. Abstract:” Y un parráfo que la Mari no entiende – Abstracto sí que lo veo, sí.
“2. Introducción: La sospecha de infidelidad conyugal es uno de los motivos de preocupación más frecuentes en amas de casa…” La Mari asiente.
“3. Material y métodos: Se procedió a la observación sistemática del sujeto durante un periodo de…” – Uy, menudo tostón – La Mari bosteza. 
“4. Resultados: El Análisis de la Varianza concluye con la aceptación de la hipótesis nula...” – Ya empezamos con insultos – La Mari pasa dos páginas mientras aliña la ensalada.
“5. Discusión: Nuestra principal conclusión es que Manolo juega al mus cada tarde a escondidas de la Mari…” – Será, será…tonto este Manolo – La Mari suspira aliviada.
“6. Agradecimientos: Al CSIC, que me pagó un doctorado en biología molecular. Al Ministerio de Ciencia por mi primer postdoctorado en Princeton. A la fundación Fullbright por mi segundo postdoc en Columbia. A las becas Marie Curie por mi tercer postdoc en Alemania. Y a la Mari y el Manolo por mi primer trabajo de investigador en España.”

(Cuento para el concurso "La ciencia y tú", del Museo de la Ciencia de Valladolid y El Norte de Castilla, ¡primer premio!)

jueves, 23 de febrero de 2012

Like a box of chocolates


La vida es un coñazo, dijo la ostra
¡La vida es diveeeer! dijeron las burbujas de champán
La vida es solitaria, dijo el reloj del ayuntamiento al dar la Una
La vida es una barca, dijo Calderón de la Mierda
La vida es corta, dijo una gota de agua mirando al sol
La vida es larga, dijo una gota de agua mirando al mar
La vida es sueño, dijo el lirón
Pues sí pues sí, dijo otra vez Calderón
Así es la vida, dijo mi vecina del quinto tendiendo la ropa
Y a la vida le dio igual
Y siguió haciendo gente y bacterias y arañas y musgo.

(Y luego deshaciéndolos)



lunes, 6 de febrero de 2012

lunes, 30 de enero de 2012

Mamalén en horas bajas


Si la mañana es muy fría
si por dentro estoy más sola
si el cartero no ha venido
si pollito está llorando
si se ha acabado el helado
si no quedan calcetines
si las plantas se han helado
si el trabajo es un plomazo
si en las noches, despertares
si mi tía está malita
si la tarde se hace larga
si hay que fregar la cocina
si el futuro se me esconde
si las dudas me carcomen
si una nube me persigue
si llueve dentro de casa
si nieva tras mis pestañas
…entonces
… quizás
…es hora de echarse una siesta. 


jueves, 19 de enero de 2012

Combinatoria para bebés

Hablar con un bebé tiene sus particularidades. Los primeros días usas un tono de voz discreto y frases lógicas o al menos coherentes sintácticamente. Al cabo de un tiempo te encuentras a ti mismo con una voz al estilo Canarito-Cuando-Ve-Un-Lindo-Gatito y articulando sonidos inconexos como Luu, fuuu, baa, taaaaa, putucá, patú, matacatáaaa. Cuanto más tiempo pasa, más elaboradas las combinaciones: Muturrucutupurrucáaa, Patuquitirripirripóo. Claro, es sólo cuestión de combinaciones y probabilidades que acabes juntando las sílabas inapropiadas y llamando a tu bebé TitaPutáaaa o Cacorrotáaaa sin habértelo propuesto. Yo no me desanimo, sin embargo. Sigo probando y probando a ver si un día, mientras estoy bañando a Pollo, me sale El Quijote. Que todo es echarle el tiempo suficiente. Creo que estoy a punto. Ayer me salió EnUnUnuaaadeMumuancha.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Cristal de Bohemia


raro, precioso, frágil
bello, efímero, sutil
liviano, caro, delicado

así es el sueño de Violeta


lunes, 29 de agosto de 2011

La vida en diminutivos


Pollito ya está aquí. Llegó un 2 de Agosto entre empujones y a fús a fús a fús en un parto bastante neanderthal. Digo…natural. Pollito nació de color morado, con las manos arrugadas, los ojos cerraditos y las uñas largas como un topillo. Topillo se llama Violeta y se lanza en picado a todo pezón que huele. Violeta es pequeñita y desvalida, a veces de color rosa pálido; rosa fucsia cuando se enfada. Violeta tiene boquita de piñón y maúlla como un gatito. Como un gatitito. A veces cuando me despierto y veo a Gatitito en su cuna, con su cara plácida, blanca como una pipa de calabaza, me sorprendo de ser mamá. Y Mamelén, que es mi nuevo nombre de heroína, se queda mirando a Calabaza y a veces se emociona y le dice cositas suavecitas: perranganito, estuquito, golondrín. A veces Golondrín duerme, a veces come y a veces llora. Y entonces Papacho y Mamelén le cantamos canciones inventadas, por lo bajini,  historias de elefantes y de pies, de palanganas y de escarabajos. No siempre afinamos, tampoco siempre riman, pero a Gatitito no le importa mucho y nos mira con sus ojos abiertos abiertos como lunas. Luego se duerme. O no. A Gatitito se le están poniendo gorditos los mofletes. A mí tiernito el corazón.



lunes, 2 de mayo de 2011

La primavera con jersey nuevo

Este año ha llegado despacito, sigilosa, sin estridencias, pero por fin los árboles han brotado, cada cual a su manera.


La catalpa ha brotado en lechugitas.









El fresno regio. 










El tulipífero delicado.










Los robles tímidos. 









Los cerezos con descaro. 










El ailanto con una explosión. 









El nogal despeinado.



El abedul jugosito. 











El cornejo por sorpresa. 












¡Y mi tripita ha brotado un ombligo!